no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

2 Corintios 4:18

Reflexión de 2 Corintios 4:18

las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.


«No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.» (2 Corintios 4:18, Reina Valera 1960)


El apóstol Pablo, en este capítulo, está hablando acerca del ministerio y las aflicciones que enfrentan él y sus colaboradores. En los versículos precedentes, Pablo contrasta la fragilidad humana con el poder y la gloria de Dios manifestados en Cristo. En el versículo 16, menciona que aunque el hombre exterior se va deteriorando, el interior se renueva de día en día.

El versículo 18 continúa con este contraste entre lo visible y lo invisible. Pablo enseña a los corintios (y por extensión a nosotros) a enfocar nuestra atención no en las circunstancias externas y temporales, que son transitorias y cambiantes, sino en las realidades espirituales eternas que no se ven a simple vista.


Este versículo nos enseña una lección fundamental sobre la perspectiva cristiana de la vida. Es fácil distraernos por lo que está frente a nuestros ojos: las pruebas, las dificultades, los placeres temporales. Sin embargo, el verdadero enfoque debe estar en lo eterno y espiritual, en las promesas de Dios y en el reino que él ha preparado para los que le aman (1 Corintios 2:9). Es un llamado a vivir con una perspectiva celestial y eterna, no limitándonos a lo terrenal y pasajero.

Romanos 8:18: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.» Este verso complementa la idea de 2 Corintios 4:18 al resaltar que nuestras aflicciones actuales no se pueden comparar con la gloria eterna que nos espera en Cristo.

Colosenses 3:1-2: «Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.» Este pasaje refuerza la exhortación de Pablo en 2 Corintios 4:18 de enfocarnos en las cosas eternas en lugar de las temporales.


Queridos hermanos, como nos enseña el apóstol Pablo en este pasaje inspirado por el Espíritu Santo, somos exhortados a mirar más allá de las apariencias. No vivamos afanados por lo que vemos con nuestros ojos naturales, pues tales cosas son pasajeras y transitorias. En lugar de ello, pongamos nuestra mirada en lo que no se ve, en las promesas eternas de nuestro amado Salvador Jesucristo. Así como Pablo animó a los corintios, él nos anima hoy a fijar nuestros corazones en el reino eterno de Dios, donde la esperanza y la paz verdadera se encuentran en abundancia.

Permítame dirigir vuestros corazones a las profundas verdades contenidas en las palabras del apóstol Pablo a los corintios. Él nos enseña que no debemos fijar nuestra mirada en las cosas visibles y temporales que nos rodean. ¿Por qué? Porque estas son meramente efímeras, como flores que brotan por la mañana y se marchitan al atardecer. No, amados, nuestra esperanza no reside en las riquezas que se desvanecen ni en los logros que se desmoronan con el tiempo.

En lugar de eso, Pablo nos insta a dirigir nuestra mirada a las cosas que no se ven con los ojos naturales, pero que son eternas. ¿Qué son estas cosas invisibles pero eternas? Son los tesoros del cielo, las promesas inquebrantables de nuestro Dios fiel. Es el reino que está por venir, donde no hay dolor, ni lágrimas, ni separación de la presencia del Señor.

Hermanos míos, en un mundo que valora lo material y lo visible, se nos llama a vivir en contraste, a vivir con una perspectiva celestial. Recordando las palabras del salmista: «Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría» (Salmo 90:12). Que nuestra vida sea guiada por la sabiduría divina que nos enseña a invertir en lo eterno, a vivir con los ojos fijos en el Salvador que nos redimió y nos prepara un hogar eterno.

Mirad hacia arriba, queridos hermanos. Mantened vuestro enfoque en Cristo Jesús, quien es la esperanza de gloria (Colosenses 1:27). Que nuestras acciones y decisiones reflejen nuestra ciudadanía celestial, siendo luces en medio de las tinieblas de este mundo.

Que el Espíritu Santo ilumine nuestros corazones para que podamos discernir las realidades eternas y vivir conforme a ellas. Que nuestras vidas sean testimonios vivientes del poder transformador de Cristo.

que la paz de Dios nos ayude a enfocarnos en sus misericordias para mirar sus planes y sus promesas.

a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,


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