Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados.

Romanos 3:23-25

Amados, en este pasaje, el apóstol Pablo nos recuerda una verdad fundamental: todos hemos pecado y nos hemos alejado de la gloria de Dios. Imagina un río caudaloso, sin obstáculos, que representa la pureza y la santidad de Dios. Sin embargo, cuando pecamos, colocamos piedras en medio de ese río, obstaculizando su flujo y distorsionando su imagen. Así es como el pecado nos separa de la gloria y la comunión con nuestro Creador.

Pero ¡gloria a Dios! Aunque somos pecadores, Él, en su inmenso amor y gracia, nos justifica gratuitamente. Esto significa que, a pesar de nuestra indignidad, Dios nos declara justos por medio de la fe en Cristo Jesús. Es como si tuviéramos una deuda impagable y alguien generoso viniera y la pagara completamente en nuestro lugar.

Y ¿cómo lo hace Dios? A través de la redención en Cristo Jesús. La palabra “redención” nos lleva a la imagen de un esclavo siendo liberado por un precio pagado. Del mismo modo, Jesucristo, con su sacrificio en la cruz, pagó el precio por nuestra redención, liberándonos del poder y las consecuencias del pecado.

Dios ha puesto a Jesús como propiciación por medio de la fe en su sangre. La palabra “propiciación” se refiere a la satisfacción de la justicia divina. Jesús, al derramar su sangre en la cruz, cumplió con la justicia que requería el castigo por nuestros pecados. Él fue nuestro sustituto, llevando en sí mismo el castigo que merecíamos.

Por lo tanto, la obra redentora de Cristo no solo nos justifica, sino que también manifiesta la justicia de Dios. En su paciencia, Dios pasó por alto los pecados pasados, no castigándonos inmediatamente por ellos, sino mostrando su amor y misericordia al proveer una manera para nuestra salvación a través de Jesucristo.

¡Que este pasaje nos lleve a maravillarnos aún más del increíble amor y gracia de nuestro Señor Jesucristo! Que nos lleve a vivir en gratitud y a compartir este glorioso evangelio con todos los que nos rodean.

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