Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Mateo 18:20   

Reflexión de  Mateo 18:20. 

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Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.


Este versículo es parte de una enseñanza más amplia en el contexto de la disciplina cristiana y las relaciones dentro de la comunidad de creyentes. En el pasaje anterior (Mateo 18:15-19), Jesús habla sobre cómo tratar con el pecado en la iglesia, aconsejando un proceso de corrección que empieza de manera privada y puede escalar hasta la comunidad. El capítulo 18:20 refuerza la idea de la presencia de Cristo en medio de la comunidad, especialmente cuando se reúnen para decisiones importantes relacionadas con la disciplina y la restauración.

“Dónde están dos o tres congregados”: Este no es un pasaje que necesariamente se refiere a un pequeño grupo o reunión ordinaria de creyentes, sino que enfatiza la idea de la autoridad de Cristo en medio de su pueblo. Los «dos o tres» simbolizan una pequeña pero suficiente representación del cuerpo de Cristo en situaciones de toma de decisiones importantes o en momentos de confrontación y restauración.

“En mi nombre”: Es importante resaltar que esta frase implica que el encuentro se da bajo la autoridad y el propósito de Cristo. No es simplemente una reunión social, sino una congregación que busca hacer la voluntad de Dios según lo que él ha enseñado. La presencia de Cristo no se promete solo a un pequeño número de personas, sino a aquellos que se reúnen con el propósito de hacer Su voluntad.

“Allí estoy yo en medio de ellos”: Este es el punto central de la promesa. No es solo que Cristo «esté presente», sino que hay una autoridad divina que respalda la acción de la iglesia. En momentos de disciplina, oración, toma de decisiones, o restauración, Cristo está presente, y su presencia valida lo que se haga conforme a su voluntad.

Este versículo resalta un principio fundamental en la vida cristiana: la presencia de Cristo en la iglesia no depende del número de personas, sino de la sinceridad y la unidad en su nombre. La presencia de Jesús está vinculada a la fe y la obediencia de los creyentes que se reúnen bajo Su guía. El «nombre» de Jesús en este contexto es más que una invocación; es la sumisión a su voluntad revelada.

Podemos ver que esta promesa está dirigida principalmente a situaciones de disciplina o restauración en la iglesia, pero también tiene una aplicación más amplia a cualquier reunión de los fieles en el nombre de Jesús. La iglesia no es una organización cualquiera; es una comunidad que actúa bajo la autoridad de Cristo.

Juan 14:23: “Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará, y haremos morada en él.”

Este versículo refuerza la idea de que Cristo y el Padre están presentes con los creyentes. La relación entre el cuerpo de Cristo y su presencia se expresa de manera muy similar a Mateo 18:20, indicando que la verdadera «congregación» en el nombre de Jesús es donde habita su presencia.

1 Corintios 5:4-5: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, para que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús.”

Este pasaje muestra cómo la disciplina dentro de la iglesia debe ser hecha en el nombre de Jesús y con Su autoridad, lo que conecta con la enseñanza de Mateo 18:20 sobre la presencia de Cristo en medio de las decisiones de la comunidad cristiana.

Efesios 2:19-22: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios; edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo…”

Este pasaje también enfatiza la iglesia como la comunidad en la que Cristo está presente, construida sobre Su autoridad y su poder.

Desde una perspectiva escatológica, este versículo tiene un eco de la presencia futura de Cristo en la consumación de los tiempos. En Apocalipsis 21:3, se promete que Dios morará con los hombres, y Mateo 18:20 puede verse como una anticipación de esa presencia plena y eterna de Cristo con su pueblo. La iglesia es la «primicia» de la manifestación del Reino de Dios, y en cada reunión cristiana, incluso la más pequeña, hay una anticipación de la presencia plena de Cristo en el nuevo cielo y la nueva tierra.

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Exhortación:

El versículo de Mateo 18:20 nos recuerda que no importa cuán pequeña sea nuestra comunidad cristiana, lo que importa es la autenticidad de nuestra reunión en el nombre de Jesús. Cuando nos reunimos para orar, para buscar la voluntad de Dios, o para restaurar relaciones dentro de la iglesia, no estamos solos; Cristo está presente con nosotros. Su presencia no depende de nuestra cantidad, sino de nuestra fidelidad a Su llamado.

Hoy en día, en un mundo donde las divisiones y las tensiones sociales pueden llevarnos a desconectarnos, este versículo es una exhortación a no subestimar el poder de las pequeñas reuniones cristianas. Cada vez que nos congregamos en nombre de Jesús, estamos haciendo una declaración de que Él está en medio de nosotros. Es un recordatorio de que, en medio de nuestras dificultades, luchas o momentos de duda, la presencia de Cristo válida nuestra fe y nuestras decisiones.

Como iglesia, debemos aprender a vivir bajo la constante presencia de Cristo en nuestras reuniones, buscando siempre hacer Su voluntad y honrar Su nombre. Que esto nos impulse a vivir una vida de unidad y obediencia, sabiendo que no estamos solos en nuestro caminar cristiano.

Disciplina eclesiástica.

El versículo 20 no es una promesa general sobre cualquier reunión cristiana, sino la cláusula final de una enseñanza específica: cómo la iglesia debe tratar el pecado dentro de la comunidad.

Cristo acaba de enseñar tres ideas consecutivas.

v.15 — Restauración personal y privada

“Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos”

Cristo inicia enfatizando la vía de la restauración personal y silenciosa, buscando ganar al hermano, no exponerlo.

V. 16–17 — Proceso eclesial gradual

Si no oye, toma a uno o dos testigos
Si no oye, dilo a la iglesia
Si no oye a la iglesia, «tenlo como gentil y publicano».

Se establece un procedimiento de disciplina con testigos para salvaguardar justicia y evitar abuso.

V. 18–19 — Autoridad conferida a la iglesia

Lo que atéis en la tierra será atado en el cielo…
Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo acerca de cualquier cosa…

Cristo no habla aquí de oraciones particulares, sino de decisiones corporativas de la iglesia en materia de disciplina, reconociéndoles autoridad delegada.

Solo entonces —como sello de validación de lo anterior— aparece:

v.20 — “Porque donde dos o tres…”

Ese “porque” no es decorativo: introduce la razón por la que las decisiones eclesiales tienen validez.
Cristo mismo está presente y da respaldo cuando la iglesia actúa en su nombre y conforme a su orden.

El contexto inmediato

No habla de reuniones casuales, sino de acto eclesial formal.

El énfasis no es el número, sino el propósito en su Nombre.

La promesa se da en el contexto de disciplina y restauración.

Cristo garantiza su presencia judicial y pastoral en el proceso.


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