Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

Hebreos 4:15

Amados hermanos en la fe,

¿Quién más que nuestro Señor Jesucristo puede comprender las profundidades de nuestros sufrimientos y tentaciones? Él, el gran Sumo Sacerdote, no es ajeno a nuestras debilidades, sino que las ha experimentado plenamente, sin mancha ni pecado.

Imagina, queridos amigos, al Salvador de la humanidad, quien conoce el peso de nuestras cargas porque él mismo las llevó sobre sus hombros. En medio de nuestras luchas, él se acerca con compasión divina, extendiendo sus manos sanadoras para levantarnos y sostenernos.

En los momentos más oscuros de nuestras vidas, cuando el desaliento amenaza con envolvernos, recordemos que tenemos un Mediador incomparable, uno que ha enfrentado las mismas pruebas que nosotros, pero sin sucumbir. ¡Qué consuelo saber que no estamos solos en nuestras batallas!

Por tanto, hermanos, acerquémonos con confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Confiemos en aquel que conoce nuestras luchas más íntimas y que nos fortalece con su amor inagotable.

Que esta verdad nos impulse a perseverar en la fe, sabiendo que en Cristo tenemos un amigo fiel y un defensor incomparable.

Que la paz y la gracia del Señor Jesucristo estén con vosotros siempre.

Amén.

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